La atención entre las cuerdas

Hoy en día mantener la atención en una actividad concreta es todo un desafío, para niños, adolescentes y adultos, más allá del contexto en el que se encuentren. Implica un esfuerzo realizar una tarea o mantener la mirada atenta en una conversación en un bar, aunque nos guste esa actividad o la compañía nos resulte placentera. 

¿Cuánto tiempo podés hacer algo sin mirar el celular? ¿Qué pasa si vas al cine y la película dura tres horas? ¿Mirás el teléfono? ¿Sos capaz de dedicarle una hora ininterrumpida a la lectura de un libro? ¿Cuántas veces mirás el celular aún sin notificaciones?

Definitivamente, la dispersión en la atención es un fenómeno que nos atraviesa a todos. Y más aún, en los últimos años.

La atención entre las cuerdas

Pero, ¿qué es la atención? Es una función psicológica que, para que se cumpla, requiere de ciertos procesos internos. Funciona como un filtro de estímulos de nuestro entorno que evalúa cuáles son más relevantes para un procesamiento más profundo. Por otra parte, la atención también es entendida como el mecanismo que regula los procesos cognitivos. Permite enfocar el interés y la consciencia hacia un estímulo o acontecimiento.

Más allá de su definición, lo cierto es que para prestar atención en algo o alguien, es necesario dejar de estar atentos a otras cosas o personas. Es como si contáramos con una determinada energía disponible para interesarnos en nosotros y en lo que sucede a nuestro alrededor. Si esa energía está en varios lados al mismo tiempo, bastaría el refrán “el que mucho abarca poco aprieta”. O sea, estamos en todos lados y en ninguno a la vez.

Me pregunto si no es la sensación que tenemos en algún momento de nuestro día.

Me animaría a decir que hay una crisis en la atención. Sería simplista decir que se debe exclusivamente a la tecnología, pero no por eso debemos quitarle su mérito. También lo sería si nos enfocáramos en causas generales, perdiendo la dimensión de la subjetividad, es decir, cómo nos puede afectar a cada uno de nosotros este fenómeno tecnológico. Perder ese enfoque significaría el colmo de la masificación y la homogeneidad.

No obstante, el contexto que vivimos y el espíritu de la época tienen consecuencias en nuestra vida. De algunas de ellas, tenemos consciencia; de otras, no tanto.

En nuestros hábitos de consumo y estilo de vida digital, ya está incorporada y naturalizada la interrupción constante: las publicidades aparecen en nuestras pantallas ante cualquier click, y los algoritmos trabajan, aprendiendo de nuestros gustos y priorizando contenidos.

Este fenómeno genera un efecto: la sensación de no poder dejar de mirar contenido diverso, sin poder concentrarnos en algo concreto, o detenernos a pensar en aquello que estamos viendo. 

Antes, uno decidía cuándo interrumpir una actividad. También qué leer y hasta cuándo.

Hoy vivimos en el abismo de la distracción, recibimos un sinfín de estímulos distintos y en simultáneo. Venimos perdiendo, sin prisa pero sin pausa, el poder de decidir. Por otro lado, la oferta de los contenidos es pulsátil y hay mayor caudal de imágenes en detrimento de textos. La forma de expresarnos y consumir es cada vez más rápida, líquida y lábil. 

Es la era del scroll infinito.

La plataforma Tik Tok entendió a la perfección el comportamiento del usuario actual con su sistema de recomendación, y es efectiva a la hora de captar la atención de los usuarios ya que su algoritmo descubre lo que el usuario quiere ver y personaliza la oferta de contenidos. 

La lógica de su funcionamiento busca captar nuestra atención ofreciéndonos contenido variado y liviano constantemente. Le bastan tan sólo tres segundos para atraparte.

En esta plataforma, la estructura del consumo consiste en la oferta de videos customizados y en la facilitación del scrolleo. El resultado es el aumento de tiempo de permanencia del usuario dentro de la aplicación. 

Cabe destacar que la audiencia en Tik Tok, en los últimos años, no sólo aumentó exponencialmente sino también se amplió el rango etario: los adultos pasaron a ser un público activo en esta plataforma.

Es inevitable pensar, pero excede la intención de estas líneas, cómo las empresas monetizan con nuestro tiempo de ocio. Sin embargo, sería sensato reflexionar sobre cómo esta modalidad de consumo afecta nuestra capacidad de atención y concentración.

Las empresas no dan puntada sin hilo y se adelantaron a esta problemática ¿Cómo? Ofrecen una forma de regular nuestra permanencia en sus plataformas luego de un determinado tiempo de uso, con alertas para su cierre.

¿Es suficiente esta opción? ¿Hasta qué punto se convierte en una notificación más? ¿Cómo salir del engaño de creer que nosotros decidimos qué consumimos y cuándo? 

¿Será que esta forma de entretenimiento tiene nuestra atención entre las cuerdas?

Lic Florencia Villa

Espacioia.com.ar
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